ART & CUENTO CORTO
Había... (bajo una mesa, sentado)
de Sélavy
Había una casa, el olor a abuelo, la colonia y trajes grises; el tabaco. Había el primo mayor, el que yo era, y una casa a la que hacer pequeña. Había un barrio, el clima en los domingos, la salida de la iglesia. Había el vermú en el bar de abajo con los hombres, el ruido de las máquinas, los coches. Había el ford fiesta de mamá, robado cuatro veces, en las calles, y siempre oliendo a la misma cosa vieja, el sonido del motor, ese aliento de chatarra que hoy resume todo aquello por lo que uno tiende al respiro. Había un caballo en la terraza, pequeñito. Sus ojos eran desgracia, si la había. No recuerdo la desgracia. Siquiera recuerdo si acaso ojos tenía, el caballo perdido, blanco, de madera con plástico, de birria que ya no huele. Había un coche también, regalos en navidad, el mejor vino, y otra vez la colonia y el tabaco. Un piso alquilado, un parqué mate, la cocina. Habían los amigos, el colegio, cerca de casa, el barrio; de la mano de tía, su trabajo y las chucherías de luego. Bajar a por el pan. El pan blanco, como una hostia que quedaba preservada para el día del traje de marinerito, aunque luego uno fuese con un lacoste de lana negra y blancos pantalones lisos. Había un balcón por el que mirar un pino, un jardín, las explanadas. Había la prisa de los cromos, el gordo del cole, el bocata. Había las luchas de judo y muy pocas chicas, los escondites y había antepasados que te daban la propina, a cambio, como supimos más tarde, de no volver más cara a su recuerdo.
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Cuadro"Estación antigua de Coín"oleo/lienzo.100x73cmDe Eloy Pelaéz C.
Cuadro"Estación antigua de Coín"oleo/lienzo.100x73cmDe Eloy Pelaéz C.
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de Tom Hagen
...y dentro de ella muchas cosas que poco a poco se fueron consumieron por el pasado tirano, esa cosa que va devorando a las ansiedades y miedos o, en tal sentido, a la inmadurez y a los juegos de sábados por la tarde. Había un stereo del cual escuché por primera vez a Elton John y su adiós camino de piedras amarillas, fue la primera canción que se escuchó dentro de la gigantesca casa. Había un gato chusco y negro y un perro al que respondía el nombre de Oso, había un sueño como muchos que se escondían entre el cemento y las ilusiones de niños, jugábamos en el gallinero del segundo piso, al lado de las gallinas o algún otro animal, a tirar maíz por una ranura entre abierta y que daba al depósito, al lado del salón de bailes. Había un pasadizo muy oscuro de noches y radiactivo de día, el centro apermanecía absorta y tímida se ocultaba una calaverita con pañolón morado; mi abuela solía prenderle una vela interdiariamente, había en medio de ese ténue pasadizo una bala de cañón de la guerra con Chile, el piso era machihembrado de cedro y solíamos jugar a los bolos o a confundirnos entre los cuadros empolvados de vírgenes y santos. Había debajo de nuestro improvisado juego un sauna artesanal que de cuando en vez nos bañábamos con el agua caliente y el eucalipto mientras pasaba a la cámara el vapor para sacarnos la grasa del cuerpo. Había un salón con sillas que fueron heredadas a las hijas de mi abuela, entre ellas a mi mamá (estoy sentado en una de ellas), había cuadros de nuestros antepasados y al lado de la sala había una habitación fantasma donde navegaban los mares y la hiena tuvo su hijo. Había un lagarto disecado, tubos de ensayo exhibiéndose la sorprendente metamorfosis del sapo; había felicidad, tristezas, un arco de fútbol, unas raquetas de tenis, una pelota de ping pong, los monoblocks de mis primos, sus triciclos rotos por el uso, unas secadoras de pelo que cuando se les ponían sus sábanas para que no les caiga el polvo parecían fantasmas; había amor e ilusión, había qué comer, unas escaleras cayéndose, una casa de loros australianos sin ellos, una montaña de azucar, un geranio escondido, una idea esfumada, una mujer embarazada, un plumero, un cieloraso de tenedores, una vista al bando de peces, una muchedumbre, una linda mujer, una sala de partos. Había una cocina pequeña y al lado un comedor gigantesco con una mesa gigantesca y al final de la mesa un televisor blanco y negro que daba los canales locales y a veces veíamos Los Años Maravillosos o Los Simpson o La Vida Continúa o Salvado Por La Campana...Cuando encontrábamos un punto neutro nos reuníamos y comíamos.Mamá Vicenta abría un hueco al centro del patio de cemento y hacía pachamanca para todos, mientras tanto escuchábamos a Supertramp a todo volumen en la habitación de Roberto.
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Cuadro:"Espantapajaros"oleo/lienzo 65x54 cm.De Eloy Peláez C.
Cuadro:"Espantapajaros"oleo/lienzo 65x54 cm.De Eloy Peláez C.
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Había... (sentado en la montaña del tiempo)
de Sócrates
...un terreno baldío donde armábamos una carpa con ramas de árbol y jugábamos a los indios comanches. Había un fueguito donde asábamos los choclos robados de la quinta de un vecino español que cuando nos pescaba nos corría con un palo. Había la necesidad de emular a los muchachotes del barrio mientras nos medíamos el pito para ver quién lo tenía más grande, y con papel de diario y la barba seca de los choclos se armaban los cigarrillos que pasabande mano en mano con gestos copiados.Había una laguna repleta de juncos donde los sapos eran las víctimas de nuestras salvajadas pues los hacíamos fumar hasta que quedaban duritos con sus patas apuntando al cielo...Había la vecinita de la que estuve enamorado, las cartas que nunca le escribí, las palabras de amor inocente que quedaron atravesadas en la garganta y en la humedad de las sábanas... Y la copa Yules Rimet de plástico por la que nos pelábamos las rodillas en el cemento. Era simpre Uruguay versus Brasil y si ganaba Brasil se armaba la gresca con escupidas, patadas y luchas sobre el pasto, y el viejo Romero gritandome !poncho meado, a ver si movés las patas! en lugar de mediar en las peleas...
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Cuadro: "Imaginación".oleo/lienzo 81x81 cm. De Eloy Peláez C.
Cuadro: "Imaginación".oleo/lienzo 81x81 cm. De Eloy Peláez C.
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